martes, 26 de abril de 2011

Islandia

Me iría a vivir a Islandia con vos. Tendríamos una pequeña casa con mucho verde alrededor. Yo consecharía frutos y tú los cocinarías.



Y tendríamos hijos que sólo conocerían los colores verde y azul. Y correrían por todo lado y jugarían entre montañas mientras vos y yo nos ocupamos de todo.



Y despertaríamos cuando el sol caliente nuestras sábanas y dormiríamos cerca del fuego.


Conoceríamos otro mundo de posibilidades, de empezar de cero, de riesgos y problemas pero lleno de viento helado y esperanza.
Aprenderíamos cosas nuevas, cometeríamos errores y recorreríamos nuevos lugares, nuevos momentos, nuevos sentimientos.


Y no haría falta nada más que la montaña, el hielo y el fuego. No haría falta nada más porque te tendría a vos y vos a mi, tal como lo habíamos planeado.


Yo me iría a vivir a Islandia con vos, amor, si no fuera demasiado tarde...

martes, 19 de abril de 2011

En espera




Estoy trabada. Sí, trabada en un punto inerte de mi vida. No estoy produciendo, ni creando ni haciendo.


Cuando tuve la oportunidad tomé la decisión de tomar un descanso. Y ahora que deseo poner manos a la obra no puedo, por causas ajenas a mi control.


Parece que tomé todas las decisiones incorrectas posibles. Y aunque muchos dicen que esté tranquila, que todo es parte del crecimiento personal siento que me cagué en mi destino, hasta cierto punto.


Sé que estoy muy joven y que tengo salud y ánimos para borrar lo que escribí y componer un destino nuevo. Sólo que me queda ese sentimiento de haber hecho algo inevitablemente estúpido.


Lo peor es la espera... Espero porque no tengo opción. Hasta que las cosas se den, no puedo hacer más de lo que he hecho.
Debo ser paciente pero es una necesidad, no un capricho.


Juro que sólo quiero hacer las cosas bien, al menos esta vez...

domingo, 17 de abril de 2011

Añoro la lluvia...


Era un día de octubre. Llovía a cántaros en todo lado. Es gracioso porque ambos odiamos la lluvia; era una de las muchas cosas que tenemos en común...
Después de un ocupado día de trabajo, hice todo lo posible por llegar a casa temprano y prepararte algo de comer. Quería hacerte una cena rica aunque sé que el chef sos vos...
 
Llegaste empapado, cansado y con sueño pero con una sonrisa al verme. Ambos extraños en ese lado de la capital, ambos de otro mundo caliente y soleado.

Mi postre fueron tus labios. Esos que decían las palabras justas en el momento adecuado. 
Debo confesar que nunca dormí tan cómoda como ese día. Tu brazo fue mi almohada y tu cuerpo mi cobija.
Antes de caer dormida fueron tus palabras las que endulzaron mi sueño: "Je t'adore chérie... De pieds à tête"
En francés, ¡qué detalle!

Puedo recordar ese día como si fuera ayer. 
De hecho, puedo recordar a la perfección cada uno de los días que estuvimos juntos.
Y no puedo ni quiero mentirte: aún hoy, ese día para mi significa perfección. Lo guardo dulcemente en mi corazón pero a la vez me provoca miedo, por que nunca he visto que la perfección se repita dos veces...

Aunque la lluvia pasó y te llevó con ella, no borró ese día, las horas, los momentos.
Aunque la odio, mataría por estar empapada, de vos.
Vos, ese hombre inteligente, único, dulce y aventurero... Sos mi día perfecto.




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